Jonathan Anderson reinventa la moda masculina de Dior con sutileza provocadora y visión empresarial
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Jonathan Anderson debutó en Dior con uno de los encargos más delicados de la moda de lujo: revitalizar una marca de 9.500 millones de euros cuyo crecimiento ha comenzado a desacelerarse y cuya identidad masculina lleva años diluyéndose desde la salida de Hedi Slimane.
El irlandés del norte de cuarenta años no es un novato. LVMH adquirió una participación minoritaria en su marca JW Anderson en 2013 y, al mismo tiempo, lo colocó al frente de Loewe, donde convirtió la entonces aletargada marca española en una empresa de culto (y creó el bolso Puzzle en el proceso). El siguiente paso inevitable, Dior, finalmente se materializó esta primavera después de una serie de filtraciones confusas: una salida de Loewe, un nombramiento inicial para la línea masculina y, tras la salida de Maria Grazia Chiuri el mes pasado, el control total de todas las líneas de Dior.
Un rastro de migas de pan de marketing
En la semana previa al desfile, la maquinaria de imagen de Dior ofreció pistas. La realeza del arte estadounidense Jean-Michel Basquiat y la socialité Lee Radziwill, ambos capturados por Andy Warhol, flotaron en los mood boards promocionales. Una película estilo Super-8 se detuvo en peonías, un castillo y una canoa de madera a la deriva en aguas tranquilas. A los espectadores, como a la canoa, se les pidió que esperaran.
Contexto: ingresos al alza, impulso a la baja
La espera ha tenido consecuencias en el mundo real. La facturación de Dior se cuadruplicó entre 2017 y 2023, sin embargo, HSBC señaló una desaceleración desde el primer trimestre de 2024, citando la resistencia de los consumidores, quizás a las implacables subidas de precios y al cambio de prioridades. Delphine Arnault, directora ejecutiva de Dior, ahora habla menos de fuegos artificiales y más de “calidad y artesanía”. Para Anderson, el mandato tácito es claro: ofrecer productos codiciados, bolsos, zapatillas, prêt-à-porter y un punto de vista que pueda traducirse en una demanda sostenida.
La colección: Saltburn se encuentra con Warhol
En la pasarela, la presión se tradujo en indiferencia. Camisas medio metidas, cuellos levantados, una pernera del pantalón remangada, looks que recordaban la decadencia desenfadada de Saltburn combinada con un encogimiento de hombros warholiano del centro de la ciudad. La sastrería, menos afilada que el legendario traje ajustado de Slimane, se compensó con giros lúdicos: una capa vampírica, un punto de ochos en rosa peonía, lazos al estilo Oscar Wilde adornando el cuello, abrigos en tweed suelto. La excentricidad británica de Anderson afloró en levitas abrochadas con botones napoleónicos y pantalones chinos lavados hasta el punto de la decadencia aristocrática.
¿Eran especiales los pantalones cortos cargo y los polos? Quizás no. Pero en su iteración informal, restablecen la paleta, lo que indica que la ropa de diario vuelve a ser un juego limpio para la alta costura y, fundamentalmente, para una alta rotación.
Movimientos de ajedrez comerciales
Los accesorios telegrafiaron la intención: un híbrido de zapatilla y zapato náutico, mochilas brillantes, suéteres estampados con un logotipo de Dior renovado en minúsculas: cebo para la Generación Z y una estrella polar para el comercio minorista. El denim regresó con costuras de bolsillo introducidas por primera vez por Slimane, prueba de que Anderson está dispuesto a canibalizar la historia de la casa donde funciona.
Y todo esto es solo el comienzo. Según la aritmética de LVMH, Anderson producirá aproximadamente 18 colecciones al año entre hombre, mujer, marroquinería y su propia marca, una carga de trabajo que acabaría con talentos menores. Sin embargo, su trayectoria sugiere una capacidad para inyectar matices en lo mundano: ajustar un tacón, levantar un cuello, encender una caja registradora.
Lo que dicen las arrugas
Christian Dior una vez defendió el refinamiento de la posguerra; las camisas arrugadas de Anderson proponen algo diferente. Quizás vestirse elegante ahora se siente performativo, o quizás la vida (pandemia, conflicto, angustia por el coste de la vida) es simplemente demasiado corta para planchar. De cualquier manera, Anderson ha apostado por un nuevo claro en el bosque de Dior. La verdadera prueba será si esta estudiada informalidad se convierte en colas en la caja. En un año, las peonías, como los gráficos de ingresos, mostrarán si la casa está floreciendo de nuevo.
Este artículo fue originalmente publicado en otro idioma dentro de la red internacional de FashionUnited y después traducido al español usando una herramienta de inteligencia artificial.
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